EDUCANDO A NUESTROS JÓVENES HACIA UNA GESTIÓN SALUDABLE DE LAS REDES SOCIALES
En 1999, el sociólogo Zygmunt Bauman definió la forma de vivir de la sociedad como “modernidad líquida”
argumentando que las relaciones sólidas se licúan dando paso a una
etapa en la cual los compromisos y acuerdos se hacen pasajeros y válidos
solo hasta nuevo aviso. Las consecuencias para las personas se
manifiestan de manera evidente en la confusión del significado de
valores como compromiso y autenticidad, y la pérdida de competencias
emocionales y habilidades sociales, fundamentales para la comunicación y
el diálogo.
¿Qué significa comunicar en la sociedad actual? Día
a día las tecnologías nos tientan y aturden ofreciendo nuevos medios y
canales de comunicación, innovadoras terminales móviles con conexión a
Internet y datos, y promesas de pertenencia a comunidades y tribus hasta
ese momento inaccesibles. Mayores y pequeños vivimos permanentemente
conectados e interconectados construyendo nuevos modelos de relación a
través de redes a las que nos lanzamos con rapidez y soltura. En ningún
otro tiempo se ha tenido acceso a tantas opciones de interacción como
hoy, nunca hemos sido más públicos ni sentido tan conectados y
empoderados y al mismo tiempo vulnerables, “temporales” y solos.
“La
soledad es la gran amenaza en estos tiempos de individualización pero en
las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas
habilidades sociales. Éstas las desarrollas cuando estás en la calle, o
vas a tu centro de trabajo, y te encuentras con gente con la que tienes
que tener una interacción razonable. Ahí tienes que enfrentarte a las
dificultades, involucrarte en un diálogo… El diálogo real no es hablar
con gente que piensa lo mismo que tú. Las redes sociales no enseñan a
dialogar porque es tan fácil evitar la controversia… Mucha gente usa las
redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al
contrario, para encerrarse en lo que llamo zonas de confort, donde el
único sonido que oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son
los reflejos de su propia cara. Las redes son muy útiles, dan servicios
muy placenteros, pero son una trampa.”
Zygmunt Bauman
AL ALCANCE DE UN CLIC
En
el mundo de la comunicación y la educación el imparable cambio llegó de
la mano de Internet y de las tecnologías, imprescindibles hoy para
adolescentes y adultos, con las que aprendemos formas distintas de
emitir, codificar y descodificar mensajes, unas veces a cara descubierta
y otras camuflados o adoptando, al alcance de un clic, múltiples personalidades, o imposturas, virtuales.
Niños y
adolescentes interpretan la realidad como la perciben y la adaptan a sus
deseos, miedos e inseguridades, crecen y maduran en la creencia de que
la tecnología es comunicación, asumen riesgos en Internet y fuera de él,
dominan las tecnologías e invaden los espacios digitales. Se sienten
intocables y poderosos y toca a los adultos ayudarles a comprender y
gestionar el empoderamiento que tan fácilmente adquieren en el mundo
virtual.
El niño,
el adolescente tiene que aprender a seleccionar, contrastar y
discriminar la información que emite y recibe, reflexionar antes de
publicar porque las palabras y las imágenes pueden resultar instrumentos
de dolor para él mismo o los demás, entender que cualquier cosa que
comparta en Internet es pública y que la posibilidad de que se extienda
es ilimitada. Necesita aprender que no debe exponer su intimidad ni
vulnerar la de los demás para satisfacer su necesidad de aceptación y
pertenencia, y debe comprender que, como en la vida real, hay
comportamientos inadecuados que pueden tener consecuencias serias,
incluso legales, para él y su familia.
APRENDICES TECNOLÓGICOS
Los cambios en la forma de aprender y relacionarse son imparables y padres y maestros no podemos quedarnos atrás. Somos aprendices tecnológicos,
debemos estar abiertos a escuchar, entender y adoptar nuevos modelos de
comunicación y nuevas herramientas, y tenemos una responsabilidad
ineludible como referentes y modelos de buenas prácticas de
comunicación. Es necesario ayudar a los más jóvenes a reflexionar sobre
conceptos como intimidad, privacidad, reputación e imagen, guiarlos en
la adquisición de habilidades emocionales y sociales, ejemplificar
actitudes de respeto y empatía, estimular el lenguaje de la interacción
cara a cara, ayudarles a entender y a autogestionar el comportamiento
dentro y fuera de Internet y orientarlos para que sepan entablar
relaciones personales, sociales y profesionales “sólidas”.
La
primera intervención de los padres, que debería tener lugar en la
infancia y extenderse a lo largo de toda la adolescencia y juventud, es
—sin duda— el poder educativo de la comunicación entendida como
lenguaje, una herramienta fundamental para conectar y entablar
relaciones saludables entre ellos y con el mundo. A ellos les tocará
guiarnos por el vertiginoso sendero de la innovación tecnológica.
“Nuestros
hijos han nacido en una era digital, pero no por ello son nativos
digitales. No hay ninguna necesidad de zambullirse en el mundo digital a
edades tempranas. Cuanto más hables, más leas y más juegues con tus
hijos mayor será su capacidad de entender y relacionarse con el mundo y
consigo mismos. El idioma más importante para el niño es el lenguaje; la
comunicación entre personas que les permitirá leer un buen libro,
entender lo que un amigo dijo e intuir lo que realmente quiso decir,
saber lo que otra persona siente con tan sólo mirarle a los ojos,
escribir una redacción de sobresaliente, defenderse de un compañero
abusón o declararse, algún día, al amor de su vida.”1
1 Álvaro Bilbao. Neuropsicólogo y autor de El cerebro del niño explicado a los padres. Plataforma Editorial.
Miembro
de la plataforma de expertos en educación Edbuilding. Especializada en
comunicación, tecnologías sociales, edición, publicidad y branding.
Desde hace más de veinticinco años se dedica al asesoramiento de nuevas
empresas, creación y posicionamiento de marcas y productos en el
mercado, y formación digital de directivos, estudiantes y profesionales.
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